miércoles, 23 de septiembre de 2015

La Reina de las Malas

Cuando me pongo a hacer esto no sé por dónde empezar. Será que a lo mejor hay varios lugares por los que empezar, o a lo mejor uno sólo pero todavía no lo descubro. Es que un papel puede ser el reflejo de una vida, o el inicio de la primavera, o el agujero de todas las penas. No sé, pero por el momento, ya empecé y creo que lo hice bien. Cómo es empezar bien a contar todo lo malo. Sigo teniendo el impulso de hacer algo bien, aunque por dentro sienta que está todo arruinado.
A veces pienso cosas tan feas. Pero existe una de todas esas cosas que es la reina de las cosas feas, la más fea de todas. Porque aunque el sufrimiento sea parte de vivir, y a veces sea la misma vida, una cree que la lucha es la manera de obrar para mejorar. Pero qué puedo hacer cuando ya dejo de creerlo, cuando se me evapora la última gota de optimismo, o de fuerza, o de ganas, o de amor. La reina de las cosas feas es casi como una visión del todo, una cosmovisión, una forma de ver el mundo… Y ahí ya estoy cagada. Ya no creo en días buenos, ya no creo en levantarme, ya no creo en mis amores. Estoy verdaderamente sola y lo merezco. La reina es que soy la reina de las malas, y a las reinas malas le pasan cosas feas.
Ya no quiero ser una víctima, si es que me ponen o es que me pongo yo en ese lugar. Ya no quiero justificar el dolor mirando para los costados y sabiendo que el hambre, la pobreza, la marginalidad, las personas que desaparecen, la naturaleza que se muere, los monstruos que se empoderan, son en verdad el problema de este mundo.
Mi mamá me dio una enseñanza muy grande hace muy poco. Me contó de una época en su familia, cuando mi hermano y yo éramos chiquitos, y mi papá no tenía trabajo. Me dijo que nos comían los piojos, que todo era muy tenso y agresivo, que se levantaba llorando y se acostaba llorando todos los días, y que salía a trabajar por los cuatro. Lo único que recuerdo de mi casa de esos tiempos es la clara imagen de mi padre estallando una copa de vidrio y empujando a mi mamá al piso. En ese momento el monstruo empoderado, carcomido por la vergüenza, con el orgullo dañado y el pito chico. Y ella trabajaba limpiando otra casa de otra familia, y cuidando a otros dos hijos. Uno de ellos era paralítico y tenía nuestra edad. Ella lo veía arrastrarse con los brazos cuando jugaba, y lo escuchaba llamarla ‘mamá’, y entonces también nos veía a nosotros correr cuando jugábamos, y saber que nadie más nos cuidaba como ella. Lo que mi mamá me enseñó es a ver con el corazón, porque fuesen cuales fuesen las críticas circunstancias, ella no podía dejar de preguntarse: “¿De qué me quejo?”.
Eso intento poner en práctica. Mirar con el corazón y saber que de verdad no hay tal mal, y que puedo servir a esta vida y a este mundo para luchar con los males que son más reales, y que dañan mucho más que a mí misma.  
Pero no. Y ahí es cuando me transformo en mi propia antagonista, y la del mundo entero si es posible. Quiero ser egoísta y sentir que mi barro es el más negro y espeso de todos. Y es que de verdad si aunque sea por un ratito no lo siento así, no sé qué me mueve. A veces pienso que prefiero tener algo por lo que querer morirme, a que no saber por qué mierda sigo viva. Que prefiero estar sola y atormentada, a ilusionada en un sinfín de personas que no me conocen. Que prefiero ser temida a ser amada. Que es mejor sufrir la verdad que disfrutar la mentira. Morir sincera a vivir falsa.
Qué aprendí, qué enseñanza tengo?
Si elijo ser mala
Estoy rechazando al amor
O estoy obstruyendo el dolor
Lo peor es que no sé a quién estoy odiando
Pero si miro mi reflejo no siento odio
Quizás vergüenza
O la peor de todas, la compasión
Pero el odio
O mejor dicho, el anti-amor
Que no es odio
Lo siento por el resto
Puro resto
Todo lo que está fuera de mí
Porque para ser una reina mala tengo que quererme
Y yo me quiero
Hoy siento que no me duelo
Que el que me duele es el mundo
Y para ser reina mala tengo que tener un propósito
Qué destrucción alcanzan mis manos
El mundo

O yo? 

-N***

martes, 11 de febrero de 2014

No es un escape...

Me pregunto cuál es mi desgracia.
Me resisto  a sentir tanto odio.
Me recuesto para respirar, aunque en realidad creo que recostarme es un síntoma de mi mente ya asfixiada.
Cuando una está asfixiada es difícil comenzar a respirar.
El corazón tarda unos segundos en morir.
El cerebro queda sin oxígeno, y la sangre se enfría.
Eso es el odio. Me resisto.
Me resisto a morir, o muero.
No odio, o puedo odiar.
Si odio muero, y si muero ya no puedo respirar.
Quizás resucite, pero es algo que debo hacer por mí misma.
Escucho palabras tristes.
Mi vida pende sobre la telaraña de juicio de un insecto de dos cabezas, aunque una de esas cabezas es mucho más grande. Patriarcado y otras biblias de mandatos.
Se cuestionan mis días, mis noches, se confisca el combustible de mi corazón.
Se encierran mis pasiones, se condenan mis pensamientos, y mis sentimientos son el blanco de todas las burlas.
Estoy siendo incinerada.
Todo lo que soy es una alternativa. Soy una víctima eterna. Soy una condenada.
Lo que mis manos dibujan en el aire se torna la excusa de mi exilio.
El motivo de sus vergüenzas son mis palabras.
Lo que mi cuerpo expresa es el más grande desacierto. Sólo acieto decepciones.
Pero no.
No crean que no voy a poder.
Ya no sigo más los consejos con los que disfrazas tus órdenes.
Ya no escucho sus acusaciones.
Voy a rajar en cada costura la camisa de fuerza que me han atado sus ataduras… Me interesa estar libre, yo sola, loca como parece que estoy.
Estoy. O me vuelven. O parezco, parecí y pareceré por siempre ante ojos como los suyos.
Ya no escucho las penas que significan mis alegrías.
Ya no permito que se ponga en segundo lugar, o en el fondo del mortero, todas las cosas que me conforman y que se intentan convertir en polvo.
Soy muy dura, pero no de roer.
Soy fácil de conocer, si lo intentas.
El problema no es que hice siempre lo que quise, el problema es que nunca pude hacerlo.
Pero a partir de ahora no hay monto de pesos argentinos, ajuste por dollar blue, lingotes de oro o cualquier otro fangote que me haga cambiar.
No existen morales viejas o dogmas familiares.
Al mormón que toca mi puerta para leer sus consejos en mi nariz, con educación le cierro la puerta en la suya.
No hay odio, hay respeto de mi parte.
Y cuando una respeta, se hace respetar.
No necesito ese tipo de amor. Voy a limitarlos a darme otro menos impositivo.
Nada de regímenes arancelarios, draconianos, severos, amargos.
No quiero tanto afecto absorbente. Soy impermeable a sus negaciones.
Mientras no haya diálogo, será mejor que guarden sus manos en los bolsillos hasta que ya no tengamos que discutir sobre las formas.
Ocupen esa energía desperdiciada en proteger el cariño que todavía les guardo, y no desgasten sus mentes creyendo en falsas estampitas. Hay que romper, y aguantarse el polvillo. Hay que soltar. Hay que dejar ser, y dejar de desear que se sea como uno desea.
Yo soy lo que deseo ser, y si no deseas eso, no desees nada.
Me acuesto a respirar, me resisto a sentir tanto odio.
Respiro valor.
Esto no es un escape, esto es mi nuevo camino.
Estoy preparada para volar.
Estoy preparada para afrontar mis desgracias.
Estoy preparada.


La libertad es un término usado en todo el mundo. Nadie podría definirla, pero tampoco hay nadie que no la entienda. 

Nacha2014

domingo, 22 de septiembre de 2013

Las Historias de Marta y Berta

Salimos. Y nos pusimos a charlar, ahí al lado de la ventana. Y entonces le digo: ¿bajamos? Dale dale dale, esperá que saludo... (ahí Marta, pensé: hecho raíces, maldita la hora, pero no fue práctico, chaucis general). Y emprendimos el descenso… Y charla. Y caminamos un ratito hasta que me dice: ¿está usted cansada? ¿Tiene ganas de ir a tomar algo conmigo? (ahí Marta, pensé: sudadera, SU-DA-DE-RA). Me hice un poco la… Mmmmmmmbueno -muy soft, relax- Digo: Que bueno... dale, dale, dale. esperá que saludo (ahí Marta: ¿A quién?). Y caminamos un poco más. Y vinieron todos los vendedores locales y de conurbanos a vendernos fresias (Martita: para mí hay una mafia y este chico está implicado y era una señal de te vamos a limpiar). ¡¡POR ESO MARTA TANTA INSISTENCIA PARA QUE NO ME VAYA!! Ahora entiendo todo… Qué macana. Quizás no lo vemos nunca más y será por siempre un ‘fue bueno mientras duró’. Adiós tetillas al viento, pezones rosados. Adiós frota-frota. Me hundo en el magma. Dejamos de caminar y nos sentamos en un restaurante, en las mesas de afuera. Idea mía. (Y ahí, mi querida pensé: estoy abrigada como un oso cariñoso, con el calor que debe hacer adentro y el -ofri- que chupa mi carita acá voy a quedar como el testículo de Neustadt). Además el cigarrito ameno, claro está. Pero en mi caso me agarra la rosácea, un –shock frío calor-. Pagó la cena. (ahí Marta pensé: $ $ detalle). No esperó. Yo sí, mucho. Al colectivo. Y me fui a mi casa con el bienestar social de comprobar la permanencia de convicciones en un hombre. Quizá Marta cambie o mantenga su conducta. Quizá fantasee. Yo arrojo mis ojos a las certezas firmes. Grandes certezas. Y firmes… muy firmes.



Firmado, Marta y Berta. 

-{Cómo te adoro, amiga}

Como Alfonsina.

-Estoy cansada.
-(suspiro)
-Estoy harta, no puedo más.
-...
-En cualquier momento me escapo a la mierda, me voy conmigo y no vuelvo más.
-Hacés bien. Sí que sí. ¿Para dónde te vas a escapar? Yo también.
-Para el fondo del mar. No te aconsejo que vengas.
-Como Alfonsina.
-Sí, como Alfonsina. Me quiero morir.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Selección

Inmortalidad

Ocurre simplemente que me he vuelto inmortal.
Los colectivos me respetan,
Se inclinan ante mí,
Me lamen los zapatos como perros falderos.

Ocurre simplemente que no me muero más.
No hay angina que valga,
No hay tifus, ni cornisa, ni guerra, ni espingarda,
Ni cáncer, ni cuchillo, ni diluvio,
Ni fiebre de Junín, ni vigilantes.
Estoy del otro lado.
Simplemente, estoy del otro lado,
De este lado,
Totalmente inmortal.

Ando entre olimpos, dioses, ambrosías,
Me río, o estornudo, o digo un chiste
Y el tiempo crece, crece como una espuma loca.

Qué bárbaro este asunto
De ser así, inmortal,
Festejar nacimiento cada cinco minutos,
Ser un millón de pájaros,
Una atroz levadura.
Qué escándalo caramba
Este enjambre de vida,
Esta plaga llamada con mi nombre,
Desmedida, creciente,
Totalmente inmortal.

Yo tuve, es claro, gripes, miedos,
Presupuestos,
Jefes idiotas, pesadez de estómago,
Nostalgias, soledades,
Mala suerte…
Pero eso fue hace un siglo,
veinte siglos,
cuando yo era mortal.
Cuando era
Tan mortal,
Tan boludo y mortal,
Que ni siquiera te quería,
Date cuenta.

Se supone 

Se supone que hay dudas sumamente poéticas,
tristezas avaladas por las musas,
y además endosadas por la Real Academia,
dulces melancolías que esmaltan los crepúsculos
de colores lindísimos.

Se supone que hay penas que ni hechas en medida
para extasiar niñitas,
soledades que casi son un coito
de perfectas,
angustias prestigiosas como heridas de guerra,
rompimientos ya escritos con ritmo de bolero:
debemos separarnos,
me acordaré, te acordarás, etcétera.

Se supone que hay tedios elegantes,
desvelos a los cuales
baja chisporroteando el genio desde el techo,
preguntas y temores que ocasionan sonetos,
neurosis aceptables, llevaderas, simpáticas,
borracheras que nacen con el sello de la celebridad,
cansancios que maduran en corazones sabios
y de vuelta.

Se supone,
- es lícito aceptar que existen -
que de acuerdo
a una bibliografía tan bella como extensa
ellos están allí,
demostrando, brillando, guiando, corrigiendo.

Se supone,
- fácilmente se admite que deben existir- 
no es mi intención negarlo, por supuesto. 
Simplemente
quería decir, con toda honestidad:
yo no.

Puntualizo 

No es que me falten dudas o tristezas,
ni que me encuentre en déficit de penas,
ni que sea pobre en soledad o miedos,
ni que no tenga una vulgar neurosis
donde caerme muerto.
No, nada de eso,
gracias a dios
yo tengo
mi cuentita en el banco del esgunfio
como cualquier mortal.

Sólo ocurre
que las penas son bichos nauseabundos,
la soledad voltea como el tifus,
los rompimientos vienen generalmente
con gritos, puertas, odios,
puteadas furibundas,
manos en el pescuezo,
y a veces con un llanto
blando, sonso, de niño, interminable,
mendigando un perdón.

Sólo que la tristeza
es sucia, miserable, asustada e inútil,
refractaria a la máquina
y a los lindos colores del crepúsculo.
Sólo que la neurosis, 
que quiere que le diga,
se parece bastante a la idiotez.


(Humberto Constantini) 

lunes, 8 de julio de 2013

Dibujos

Mi cuerpo es mi jaula.
La mente es libre. Se rompe.
Existen varias caras, pero una siempre está llorando.
Hay una persona sentada en mi interior.
Está triste y se tapa la cara.
Es todo esto junto, y sólo pueden salir de los barrotes todas las cosas que me pasan.
(Aclaro: soy la causa de todos mis problemas).
Sólo hay luz al borde del acantilado.
Y se arroja una persona.

Una mujer llorando cristales.
Un cielo con ballenas.
Una cara quitada.
Una bailarina entre medusas.
La guerrera y su caballo.
La mujer mariposa.
El pez.
La sirena.
Las mariposas que salen de la boca, o una abeja, y se alimentan del tocado de flores.
(Entre cabellos vírgenes y un rostro de azúcar).
La mujer que lleva un dragón entre sus brazos.
La niña en su cuarto y el hada en la ventana.
Los niños que clavan sus manos juntos.
Un estanque en una taza de té.
Agujero quemado en papel
Ninfa de ojos negros, y una luna en su frente.


(hace algún tiempo, como lista de dibujos pendientes por hacer)

martes, 2 de julio de 2013

C u c a r a c h A


Enciendo la luz de la cocina y la veo. Ahí, delante de mis ojos. La espanté. Al encender la luz, la espanté. Pero no se da muy por aludida, la señorita. Sigue caminando y se posa en el lugar más alto.
¿Qué?... ¿Qué?
¡!
¡¿Qué vas a hacer?! Me vas a saltar en la cabeza, eso vas a hacer. No. No, ¿eh? Ni lo pienses.
¡!
Sos fea!! Sos muy fea!! Sos espantosa!! ¿Por qué no te vas? Andate. ¿Qué hacés acá?
Me mira desde allá arriba. Se hace mirar. Se exhibe, ella –señorita–, regodeándose en la cima de una caja de arroz, sobre la heladera. Desde allá arriba.
Se mueve, se relame. Se mira a ella misma. Se soba, se mimosea. Se estira, se despereza. Elonga, de verdad  elonga. Hace gimnasia, lo juro. La estoy viendo… De a una pata por vez. Se ayuda con las manos. Se mira otra vez.
Se mira la concha. ¿Se mira la concha?
¡!
Se ríe!! Se ríe, la hija de re mil putas!! La hermana de mil putas!! Y ahora vas a dar a luz otras mil putas más, sobre mi heladera, dentro de la caja de arroz, dentro de la heladera, debajo, detrás, dentro… Dentro del motor, miles de putas más, para que yo no las vea y salgan por las noches, cuando apague la luz.
¿No es cierto?
¡!
¡¿No es cierto?!
Pero te pesqué… Aunque te hagas la linda. Aunque vos te hagas la linda y te pasees, haciendo de cuenta que no le temés a la claridad, yo te pesqué. Aunque esté paralizada por el miedo de verte. Te pesqué. Te vi, ahí.
¡!
Hubiera deseado no verte. Mirá lo que sos. Miren lo que es. ¿Por qué… por qué yo…? ¿Por qué vos a mi…?
¡!------------¡!
Hace ruido, se mueve, se va.
Se va, desaparece… entre la ciudad de cajas y paquetes de galletitas. Como una ciudad, sobre la heladera. Para ella, su madre, sus hermanas, sus hijas y sus futuras nietas.
¡! ¿Vas a parir?... ¿O te estás muriendo? ¿Qué te pasa?
…?
¿Qué te pasa? Contame, charlemos…
¿…
¡!-----¡!-----¡!
¿Por qué… por qué yo… por qué vos a mi…? ¡No, no, no! Salí, fea, sos fea, muy fea, sos muy fea, espantosa. Me das escalofríos. Andate de mi casa.
¡Andate de mi casa!
Yo no sé porque me paralizo de miedo al verte, y no sé por qué vos –a mi- me generás eso. A mí me generás.
Cómo puede ser que no puedas tener hijos y disfrutar de un buen tiempo –tiempo de calidad– con la familia, entre cajas y paquetes de galletitas. De arroz, bizcochitos de grasa, caritas sucias.
Cómo puede ser que me causes tanto.
No podemos estar así. Yo no puedo temerte tanto y volverme de mármol cada vez que te vea; pensando en la oportunidad más certera de accionar con presteza y quitarte la vida en un movimiento. Buscando algo largo para llevar a cabo tu muerte, algo que me aleje de ello lo más que se pueda.
No podemos estar así. No puedo vivir buscando un palo a la mano.
No podemos estar así, no podemos vivir juntas. No quiero verte. No soporto oírte y saber que estas aquí. No resisto sentir tu presencia.
¡!
-------
¿?
No sé a dónde te has metido ahora… Sólo espero que no camines hacia mí. O saltes en mi cabeza.
Mantente alejada. Y ni se te ocurra aparecerte en mi camino hacia el baño.
 Voy a pasar.
 Fea, muy fea.
¡Fea!
No vuelvas.